jueves, 8 de octubre de 2015

ORACIÓN PATRIÓTICA
EN EL DÍA DEL COMBATE DE ANGAMOS 8 de Octubre
Jueves, 8 octubre 2015
Magazine Norteño

Quien se asoma a la vida del Gran Almirante del Perú y Peruano del Milenio, don Miguel Grau, no puede menos que admirarse por su extraordinaria personalidad. Todo en él es excepcional, como persona, hijo, esposo, padre, ciudadano, marino, y político. Por ello nadie como él, convoca a la vez el agradecimiento y el afecto unánime de todos los peruanos de todos los tiempos, así como el respeto y el reconocimiento de los adversarios.
Al respecto acertadamente afirma el Doctor José Agustín de la Puente y Candamo: “Miguel Grau ha dejado un ejemplo de vida limpia, de fidelidad al deber, de dignidad profesional y de coraje humano. Se hizo hombre en la Marina Mercante y fue oficial ejemplar en la Marina del Perú. Vivió años felices con su mujer y con sus hijos, y llegó a la guerra con clara conciencia de nuestra debilidad en el mar que no limitó la fortaleza de su heroísmo. Cuando entre abril y octubre de 1879, conduce el rumbo de la guerra, respeta a la población civil y elogia las virtudes del jefe adversario muerto en Iquique. Se esfuerza por salvar a los náufragos de la Esmeralda, y con clara conciencia de una muerte cercana, no pierde la serenidad”.
En su fe cristiana Grau forjó su extraordinaria personalidad
A todo lo descrito por el Doctor de la Puente y Candamo, sólo me atrevería añadir que por ser un hombre profundamente creyente, un guerrero cristiano cuya confianza la cifraba en Dios, según palabras de su entrañable amigo, Monseñor José Antonio Roca y Boloña[1], Miguel Grau vivió en el horizonte plenificador de la reconciliación consigo mismo. Y es que gracias a su vida de unión con el Señor Jesús, el Hombre nuevo y perfecto, Grau vive en la verdad sobre sí mismo y nunca pierde de vista el horizonte de lo que tiene que hacer para desplegarse auténticamente como persona y así contribuir al bien de todos y de cada uno. Por ello, en todo momento, pero sobre todo en las circunstancias de mayor desafío y adversidad, lo veremos sereno, seguro, magnánimo, libre de todo complejo y rencor, señor de sí mismo, al comando de sus emociones donde su razón gobierna y orienta debidamente a su voluntad.
Sí, gracias a su conformación con Cristo, el camino, la verdad y la vida, conformación que él realiza por la oración y los sacramentos, Grau muestra en toda circunstancia grandeza personal y profesional, actúa siempre con férrea voluntad, con audacia y decisión, es modelo de cumplimiento fiel de sus obligaciones en todos los ámbitos de su vida, y es capaz de llegar al extremo del sacrificio del interés particular por el de la Patria, un día como hoy hace 136 años en Punta Angamos. Fueron suficientes apenas 45 años de vida para que nos dejara una lección imborrable de amor al Perú, de heroicidad y de compromiso con el país.
Queridos Marinos peruanos: Ustedes son los depositarios de los valores, del heroísmo y del ejemplo del Gran Almirante don Miguel Grau Seminario. Por ello no se olviden que en Grau, su fe cristiana fue la base donde se asentó y forjó el edificio de su extraordinaria personalidad. Grau es un creyente en la Iglesia Católica, y vive las virtudes cristianas que fecundan y elevan sus virtudes humanas. Si quieren ser como él, y deben de llegar a serlo, jamás olviden que Grau es el hombre que hace de la oración su luz y su fortaleza que antes de partir a campaña “fue humilde a inclinarse ante un ministro del altar, y así se llevó al combate su alma pura, y su conciencia tranquila”[1]; que él es el marino que recibe la sagrada comunión en el Convento de los Descalzos y ello le dio la fortaleza para entregar su vida por el Perú; que después de haberse confesado y comulgado, se arrodilló filialmente a los pies de Nuestra Señora de los Ángeles, Madre de Dios y Madre Nuestra, para encomendarse a Ella y consagrarle su familia y toda su tripulación.
Grau: el político honesto y comprometido que sirve al Perú
Los años previos a la Guerra del Pacífico son lamentablemente para el Perú una larga y triste secuela de desencuentros entre peruanos, de ambiciones y de luchas, de levantamientos y anarquía. Cuándo no, es la triste historia de siempre que lamentablemente se extiende hasta nuestros días en nuestra Patria, historia de divisiones, de enfrentamientos, luchas, y búsquedas mezquinas de beneficios personales antes que del bien común y la grandeza del Perú.
Por ello considero conveniente que antes las actuales circunstancias que vive el país, donde vemos una clase política enfrentada y donde algunos usan del poder público para conseguir una ventaja ilegítima, donde pareciera ser realidad, lo que afirmara con verbo exaltado Manuel González Prada, “que el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota el pus”, reflexionemos en Miguel Grau, el político que antes de partir a campaña “fue humilde a inclinarse ante un ministro del altar, y así se llevó al combate su alma pura, y su conciencia tranquila” que él es el marino que recibe la sagrada comunión en el Convento de los Descalzos y ello le dio la fortaleza para entregar su vida por el Perú; que después de haberse confesado y comulgado, se arrodilló filialmente a los pies de Nuestra Señora de los Ángeles, Madre de Dios y Madre Nuestra, para encomendarse a Ella y consagrarle su familia y toda su tripulación.

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